domingo, 3 de junio de 2012

MI VERDADERA VIDA

1 comentario:

Fran dijo...

Mi verdadera vida empieza con mi muerte. Todo se torna oscuro, y una perpetua paz y felicidad inundan mis pensamientos. Sólo cuando pasan algunos minutos de estas sensaciones, mis ojos se abren, y no ven un cielo lleno de ángeles que cantan al son de una música celestial, no, yo veo un extenso prado, y yo estoy sentado al pie de un robusto árbol, cuya naturaleza desconozco, me veo las manos, me toco la cara, y entiendo que vuelvo a tener quince años. Pero esta vez hay algo cambiado en mí: tengo un símbolo en mi muñeca izquierda: Es el símbolo de sagitario, que brilla con un tono azul cielo.
Me levanto para ver mejor lo que me rodea: Hay una extensa pradera de hierbas altas, y al final veo un gran bosque. Levanto la vista y veo un ocaso, pero levanto aún más la vista, y veo una noche inundada de estrellas de mil colores, y me doy la vuelta, y me doy cuenta de que estoy al borde de un precipicio, miro para abajo, y sólo veo un mar de nubes blancas, de la que saltan toda clase de animales marinos, cada vez más extraños y exóticos.
Me dirijo al bosque en busca de algo o alguien que me ayude a saber donde estoy. La brisa veraniega me da de frente, sintiéndome relajado al dejarme llevar por ella, aún así, sigo yendo hacia delante. Veo en el horizonte una bandada de pájaros, liderados por uno mayor, que no consigo distinguir si es un águila o un halcón. Llego al bosque, donde hay plantas de todos los colores, formas y tamaños, los árboles son altos y robustos, casi todos iguales, aunque veo algunos sauces a la orilla de un cristalino lago.
Han pasado horas y no he sentido ni hambre, ni sed. Empiezo a preocuparme, y cada vez más, hasta que empiezo a correr, y a correr, y a correr sin cansarme, cuando de repente tropiezo y salgo volando como una pluma, y milagrosamente caigo de pie sobre una rama, miro hacia abajo y estoy casi en la copa de un árbol, intento bajar con cuidado, pero me caigo y cuando llego al suelo no siento nada, salto y llego a la mitad de altura del árbol más próximo, soy tan ágil como un colibrí, tan rápido como un guepardo, y tan resistente como un elefante.
Me adentro en el bosque, cuando una mariposa celeste de cruza delante de mí, dejando una estela brillante. La sigo, adentrándome en un bosque que pierde la poca lógica que ya había visto, ya que el suelo empieza a desaparecer y las islas de las que salen altos árboles y duras ramas empiezan a aparecer. Sigo a aquella extraña mariposa colgándome de las raíces salientes, hasta que llego a una isla pequeña con un árbol hueco, donde la mariposa desaparece en una chispa de luz. Busco dentro del hueco y encuentro un arco de madera en muy buen estado, pero que carece de flechas y de cuerda. No entendía nada, pero entonces mi muñeca brilló con una luminosidad cegadora, esa luz se canalizo en dos líneas que fueron a parar a los extremos del arco y, seguidamente, otro rayo de luz se posó en el centro del arco, formando una flecha.
Desde ese momento empiezo a cazar y cocinar con un talento que yo mismo desconocía, y sigo buscando algún rastro de civilización, encontrando únicamente animales y vegetación.
Pasan los años como horas hasta que encuentro la misma mariposa. La vuelvo a seguir, llevándome otra vez al mismo sitio, pero esta vez todo es más oscuro: Las nubes son más negras, y los árboles parecen tristes. Vuelve a llevarme a la misma isla, pero no se mete en el hueco sino que da la vuelta al árbol, y cuando yo también rodeo el árbol veo una puerta, bastante negra por los años, pero visible. Vislumbro un pomo con un dibujo de una mariposa. Abro la puerta para ver que hay, pero no encuentro nada, ni animales, ni personas, sólo una sala blanca, en la que me quedo encerrado inconscientemente.
He vuelto al origen de todo, donde sólo la imaginación pone la frontera.

Francisco Baños Ramirez nº1 3ºESO B